TUVE UNA VEZ ... UN MAESTRO
Eduardo Gamero
Publicado en la REVISTA DE FERIAS 1994, de Santa Marta de los BarrosCorría el año de 1.959 cuando llegué a su escuela... El año 1.962, cuando con el certificado de Estudios Primarios bajo el brazo, la abandoné.
Fueron tres años intensos de estudio y de trabajo, el maestro tenía carácter y nos obligaba con su autoridad a aprender día tras día, se volcaba con entusiasmo y rectitud sobre nosotros, ¡cuántos éramos! Bravo, Albandor, Marroquín, Sanabria, León, Trejo, Corbacho, Carvajal, Franganillo, Sánchez, López, Caro, y un largo etc., hasta el punto de obligarnos a estudiar a deshora en los altos de su vivienda, en los "atrojes". Mientras nosotros repasábamos una y otra vez aquellos malditos quebrados, regla de tres,
a los reyes Godos, o los ríos y sus afluentes, él se entregaba a repasar, a adentrarse en la Ilistoria, para así escribir sus numerosos artículos y crónicas que hoy nos dan constancia y fe de las diversas evoluciones que han marcado la época en los distintos ámbitos.
Una vez abandoné la escuela, perdí un poco el contacto con el maestro, entre otras cosas, porque él se marchó a Badajoz a seguir enseñando. No obstante, y dada mi profesión y de nuevo su regreso al pueblo, volvimos a estar en contacto; me daba cuenta a pesar de los años transcurridos, que para él seguía siendo Gamero, jamás emitió mi nombre de pila, siempre el apellido. Recordábamos juntos en losnumerosos encuentros que teníamos la evolución tan enorme experimentada con el paso de los años en los distintos compases y aspectos de la vida.
Lo recuerdo algunas mañanas de invierno enfundado en su gabardina y calada la boina sobre sus sienes, solíamos coincidir en el Bar Cuatro Caminos a tomar café y charlábamos de cosas, como por ejemplo del tratar de conservar la arquitectura popular de nuestro pueblo. Recuerdo una de esas mañanas en la cual me comentaba que se quedaba sorprendido al ver la cantidad de chimeneas que esparcían sus humos sobre los blancos tejados, yo le contestaba desde mis conocimientos, que en Santa Marta se habían hecho muchas chimeneas en los últimos tiempos, quizás porque la gente recordaba el agradable sabor delpasado en el que la chimenea jugaba un papel muy importante en el entorno familiar y, curiosamente, el maestro se mostraba de acuerdo con su discípulo.
Nos despedíamos siempre con un ¡Hasta luego, D. Fernando! ¡Adiós, Gamero!
Sirvan estas líneas como recuerdo al Maestro D. Fernando Pérez Marqués.
Su ex-alumno Eduardo Gamero Rodríguez