VOCACIÓN LITERARIA DE FERNANDO PÉREZ MARQUÉS (1919-1993)

Escrito por el profesor Miguel Ángel Lama y  publicado por la Diputación de Badajoz en la REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS, en su  número I del año 1994, homenaje a Fernando Pérez Marqués 

Lo más vivo en literatura no es -casi nunca- lo que más se mueve; lo más lleno de vida, y vida perdurable a lo largo de los años, es -casi siempre- el texto literario. Es comprensible, por eso, que algún lector pueda sentirse más inclinado al conocimiento de textos de cuyos autores se ignora todo o casi todo, o con circunstancias que quedan muy lejos de las del lector, como prueba de la primacía que éste otorga al texto por encima de cualquier otro hecho literario. Algo de esta simpatía me mueve al escribir estas líneas de asedio a la vasta obra de un autor desconocido para mí, Fernando Pérez Marqués, y esto confiere a mi lectura cierta objetividad, pues mi comunicación con el escritor ha sido sólo a través del texto. Digo mal, pues algún condicionamiento me podría corregir, y es que gran parte de lo contenido en este trabajo y la relación bibliográfica que lo cierra -sin duda lo mejor- no hubiesen sido posibles sin la ayuda inestimable de la familia de Fernando Pérez Marqués, que me ha facilitado el material necesario para su elaboración. A ellos y a la memoria de Fernando Pérez Marqués  va dedicado.

La obra publicada de Fernando Pérez Marqués se extiende desde principios de la década de los años cuarenta hasta muy poco antes de su muerte en julio de 1993. Cincuenta años que constituyen una larga trayectoria de fidelidad a la escritura, muy por encima de otras incursiones, del artículo periodístico, género en el que Pérez Marqués encontró las posibilidades mejores para expresar sus opiniones, sus pasiones, sus vivencias y para ejercitar su particular estilo.

Es seguro que quien mejor ha expresado la manera de hacer y el carácter de Pérez Marqués ha sido él propio, y en un texto muy breve, rescatado por el hacedor literario incansable Bernardo Víctor Carande en Nuevo Alor  y dicho en la presentación de esa revista en 1983. El interés aquí de esas palabras obliga a recogerlas casi en su integridad:

"Pérez Marqués no es más que un modesto artesano de las letras, francotirador, diría, del periodismo literario, que trabaja sencilla y calladamente, en la recoleta soledad de su obrador. Año tras año ha ido este operario realizando su tarea; cosas leves, intrascendentes, deleznables; no obstante, estas cosas leves, menudas, intrascendentes, han ido, como las gotitas que caen insistentemente sobre las peñas, acusando al cabo su pálida presencia. Tiene Pérez Marqués, naturalmente, en el taller, sus herramientas: un rimero de cuartillas blancas, una maquinita de escribir, diversos anaqueles que llegan hasta el techo, ahítos de volúmenes y de papeles impresos; diccionarios, folletos, revistas y libros, muchos libros, libros que lo desbordan todo; libros clásicos y modernos; libros de poesía, de historia, de literatura, de filosofía, de arte y, con predilección, libros de autores y temas extremeños. Hay también, en un apartadijo, varios cartapacios conteniendo artículos periodísticos propios, colecciones de revistas en las que aparecen sus colaboraciones y unos libritos a cuyo frente figura su nombre. En las paredes -dispensadle esta pequeña vanidad- fotografías periodísticas, recogiendo como noticia gráfica la recepción de sus trofeos literarios.

Y como el ebanista enamorado de su oficio allega poco a poco materiales nobles -maderitas secas, recias, resistentes; maderitas tiernas, finas, moldeables; maderitas oscuras, veteadas, blancas, de encendida color-, así también va él aparvando observaciones y buen acopio de lecturas, de noticias, de apuntes, de meditaciones. Acá y allá, por divertimento, deseoso de ofrecer a los lectores algún primor, gusta de insertar en ellas -tal como lo hace el artista manual- incrustaciones de maderas preciosas, minúsculas taraceas de concha o nácar. Y unas veces se encuentra satisfecho de lo que ha salido de sus manos, y otras advierte que no ha conseguido lo que concibiera en su imaginación. Dentro de una gran variedad temática, sus motivos se distinguen porque hay casi siempre en ellos una amorosa intencionalidad de exaltación extremeña." 

Palabras tan cargadas de sinceridad y de humildad, tan primorosas en la consideración de la propia obra, tan completas, desplazan a un segundo orden cualquier otro intento de explicación y análisis de la trayectoria de Pérez Marqués; pues en ellas se contienen claves fundamentales, como ese carácter de modesto artesano de las letras, como la inclinación hacia la levedad y menudencia, aparentes, del molde del artículo periodístico, como la "amorosa intencionalidad de exaltación extremeña", claves que retratan al escritor. Aun así, con ese camino ya andado, es posible ofrecer un acercamiento a la trayectoria literaria de Pérez Marqués que ponga de manifiesto otros elementos característicos, otras circunstancias, en la hora de rescatar del olvido de la dispersión una literatura con una sólida tradición en España.

La mayor parte de la obra de Pérez Marqués está constituida por sus artículos acerca de cuatrocientos los documentados aquí- en diversas publicaciones periódicas, como los diarios Hoy, ABC, Extremadura o algunas revistas de ámbito local o profesional, sin embargo ofreció igualmente aportaciones ensayísticas más cercanas a la investigación en otros trabajos, como los que vieron la luz a lo largo de los años en la REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS -de importancia los dedicados a recuperar la correspondencia de López Prudencia- o, fundiendo su triple condición de escritor, pedagogo y buen conocedor de la cultura del corcho (su abuelo, Higinio Marqués, fue administrador de la firma corcho-taponera de los  Bucknall en San Vicente de Alcántara), el ensayo de divulgación en su libro, en colaboración con su hija Celestina, El alcornoque y el corcho, publicado por el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Extremadura en 1982. Aparte estas obras de otra envergadura, bien cierto es que Pérez Marqués en donde más a gusto se sentía era en el artículo breve, en el cuadro, en el apunte, y prueba de ello es que otros libros suyos se conforman precisamente con esos moldes: en 1980 apareció De Extremadura. Cuatro esquinas de atención, que, junto a trabajos como "Notas en torno a Manuel Godoy", aparecido previamente en la REVISTA DE ESTUDIOS EXTREMEÑOS , recogía otros que habían visto ya la luz en las páginas de siempre de un periódico como el Hoy; por su lado, el libro Espejo literario de Extremadura, amplia galería de la presencia de Extremadura y lo extremeño en la literatura de todos los tiempos, está concebido como apuntes breves que podrían tener cabida igualmente en sus colaboraciones periodísticas. Tal ocurre con un libro que Fernando Pérez Marqués no ha tenido la dicha de ver publicado, un libro que aún parece debatirse en algunos despachos y para el cual ha escrito un emotivo prólogo Santiago Castelo, un libro que reunirá aquellas "Postales de andar extremeño" que Pérez Marqués fue publicando mayoritariamente en el Hoy desde 1972, estampas de ciudades y pueblos de Extremadura escritas desde esa amorosa intencionalidad de exaltación extremeña aludida antes por el propio escritor.

    Creo, por todo esto, que el verdadero estilo de Fernando Pérez Marqués, y su vocación literaria más cierta se encuentran en el género del artículo o columna periodístico, y es ésta la base principal para extraer lo más característico de una dilatada vida de amor a las letras. En ella se encuentra la síntesis del pensamiento de Pérez Marqués, y su evolución también, sus maestros más declarados, sus inclinaciones, sus rasgos más delatores de estilo, en definitiva, su personalidad entera.

Ya desde sus primeras colaboraciones hay un nombre, una figura literaria, que ocupará muchas páginas y será homenajeada constantemente por el maestro escritor Pérez Marqués. Me refiero, y no es ningún descubrimiento, a José Martínez Ruiz, "Azorín". El autor de Castilla será punto de referencia, no sólo como buen precedente en la escritura del género, sino como modelo de estilo al que se acercará siempre Pérez Marqués.

Azorín aparece en el título de un artículo temprano, de 1948, publicado en Hoy, "Azorín no vio el paisaje extremeño", y estará presente hasta las últimas colaboraciones de Pérez Marqués, como uno de sus últimos artículos enABC de enero de 1993 ("Azorín: España y trabajo"). Su presencia va a ser tan constante que como lema que encabeza el glosario elaborado por Pérez Marqués para su libro El alcornoque y el corcho elige uno de Martínez Ruiz. A este respecto, un artículo interesante resulta "Un aprendiz hablista", publicado en enero de 1970, y en donde Pérez Marqués cuenta cómo fue su acercamiento a Azorín; y fue de la mano de un librito sobre el escritor de Monóvar titulado "Azorín". Ensayo de crítica literaria, de Pedro Romero Mendoza, director durante muchos años de la revista  Alcántara, fallecido en 1969, y a quien Pérez Marqués rinde homenaje en su artículo necrológico. A través del ensayo - 1933- del extremeño, dice Pérez Marqués, supo percibir los aciertos insuperables de Azorín, y lo que fue un acercamiento tímido se convirtió en una fidelidad lectora al autor de Los valores literarios que sin duda ha marcado a Pérez Marqués en los temas, en la forma y en el talante de su escritura. Cómo no, Azorín ocupará un lugar preeminente en el momento en que Pérez Marqués se proponga ofrecer en uno de sus breves artículos una lista de "libros inseparables" (Hoy, 25 de octubre de 1967) y éstos pueden evidenciar al lector de hoy sus predilecciones: Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita, Hernando del Pulgar, Meléndez Valdés, Jovellanos, Forner, Mesonero Romanos, Larra, Galdós y, más modernos, Camilo José Cela, Pedro de Lorenzo, Emilio Romero y Ángel María de Lera, figuras cumbre todas para Pérez Marqués, diversas, pero todas presentes, de un modo u otro, en los artículos del escritor extremeño.

En dos artículos publicados en 1960, "Los temas" y "Lapsus", Pérez Marqués aportaba datos referidos a su concepto y su proceder en la escritura del género y que ofrecen interés como confirmación de lo que señalará el propio autor años después en el texto copiado al principio de este trabajo. En aquel artículo de "Lapsus" Pérez Marqués aprovechaba un error cometido en la transcripción de un nombre (Cloe) en otro trabajo publicado en Hoy en mayo de ese mismo año par! hablar sobre los lapsus que suelen deslizarse en la conversación y en la escritura, y allí nos decía: "Y es que siempre queremos ofrecer la obra perfecta, sin mácula; preparamos nuestros escritos con el fervor del artesano que en su taller labra con pulso firme la madera o el metal y, no obstante, una distracción puede alterar inesperadamente el resultado de la obra." Por su lado, en "Los temas", con sus habituales gustos metafóricos, Pérez Marqués reflexiona sobre el proceso de creación de estas piedrecillas de opinión que ya en esos años ocupaban los mayores espacios en la escritura del autor. Ese proceso, según Pérez Marqués, parte de un proyecto, unas líneas generales, lo que llama "un tema", para luego, pasar a la acumulación de pensamientos, luego a la ordenación adecuada de éstos, y, por último, a su revestimiento de imágenes, sencillas o claras, coloristas o brillantes, según el mismo tema las convoque. y es fácil, en una lectura atenta de la prosa de Pérez Marqués, detectar estos procedimientos, la convergencia de todos estos pasos en el producto último, con la lectura atenta de sus trabajos, todos, por muy menudo que sea el motivo, escritos como "los alarifes jaharran simplemente los paramentos", con sumo cuidado, con arte, rigor y elegancia, casi como una transposición de las maneras de la propia personalidad y de las ideas de Fernando Pérez Marqués. 

En los temas, un elemento recurrente en la obra del escritor extremeño de San Vicente es el amor por lo antiguo, declarado en diversos momentos de su trayectoria, como en su artículo "Los herreros", de 1958, en donde confiesa que "amamos profundamente las cosas antiguas, las costumbres seculares, los oficios inveterados, y hasta las palabras que, como el bieldo, orza, aceña, llar -entre otras muchas-, tan usadas todavía en los pueblos, nos producen siempre una fuerte impresión del pretérito"; o en "Cosas antiguas", de septiembre de 1959: "Este gusto por lo antiguo lo sentimos en virtud de una afición que nos lleva a trasver el fondo histórico que hay en cada objeto, sea éste de más o menos trascendencia.". Esta inclinación amorosa explica el amplio tratamiento que todo lo tradicional tiene en la obra de Pérez Marqués, que, bien reivindica una costumbre, una ruina, un objeto, bien, ante la contemplación de un cuadro actual, añora un tiempo pasado que le sirve de contraste. Prácticamente todo retrato que sale de la pluma de Pérez Marqués presenta una pátina delatora de "esa cosa antigua" que mantiene al escritor siempre curioso ante lo inaccesible perdido en el tiempo. Uno de los ejemplos más deliciosos de ese juego con el tiempo que busca avanzar mirando hacia atrás en lo aprovechable y auténtico que tiene lo pretérito es el artículo "La puerta entornada", publicado en el diario Hoy en febrero de 1959, y en el que Pérez Marqués ofrece la visión contrastada de la apacibilidad de una viejecita sentada con la puerta entornada de su casa y del vuelo vertiginoso de un reactor dibujado en el azul del cielo, visión que informa la moraleja que tantas veces cierra los artículos de Pérez Marqués: "amemos la ciencia, amemos los adelantos, amemos las conquistas asombrosas del hombre, sin olvidamos de admirar -y de procurar a nuestro modo, cada uno en la esfera que nos queda en suerte- la lección de orden perfecto, de envidiable paz hogareña, que nos da -acá y acullá- la viejecita que labora tranquilamente, apaciblemente, tras de la puerta entornada."

Pero no sólo en los temas se deja ver este amor por lo antiguo, sino que en ciertos rasgos de estilo y de composición de los artículos de Fernando Pérez Marqués se observa una vuelta en homenaje hacia formas del pasado. El afán de bucear en el tiempo con ánimo curioso explica el gusto de Pérez Marqués de introducir sus semblanzas de algún personaje con una pregunta del tipo "¿Quién fue...?" ("Notas sobre El Alcalde de Zalamea. Pedro Crespo", "Páginas evocadoras "), "¿Quién sabe cómo..." ("Humildes existencias") o "¿Pero quién es...?", "¿Cómo sería...?", fórmulas muy repetidas en los textos del escritor que igualmente delatan al docente que hay tras estas palabras, como si la escritura del artículo en la prensa fuese una manera más de comunicación en el aula3. El léxico también es indicativo claro de estos gustos de Pérez Marqués, y son muy numerosos los ejemplos de palabras de sabor antiguo, de usos arcaizantes, de cultismos y giros añejos que, en definitiva, son los que aportan los caracteres más singulares en su escritura, unidos al uso reiterado del diminutivo, a la constante y pulida adjetivación, mayoritariamente antepuesta al sustantivo, al cuido y rebusca de vocablos infrecuentes, pero de rica tradición literaria, al mimo del lenguaje, como hizo notar en su artículo "La más alta gala", de 1964, o, por último, al gusto por la metáfora campesina, muy presente ésta como prueba de su cercanía, física y sentimental, al mundo de la agricultura, mundo vertido igualmente en estampas, en temas, en escenarios y, cómo no, en un depurado lenguaje específico que orienta al lector hacia esa pasión. Léase "El labrador ciego" como estampa rural significativa de esto que señalo. El repertorio de estos rasgos de estilo vuelve a orientamos hacia la obra de Azorín, para quien la base del estilo estaba en la fina observación, precepto nunca olvidado por Pérez Marqués, y desde el diminutivo afectivo a la adjetivación colorista, desde la admiración por los clásicos hasta la recurrencia obsesiva en el tema del tiempo, como gestos "azorinianos", su eco estará siempre despierto en la escritura del autor extremeño.

La lectura hoy de la obra periodística de Fernando Pérez Marqués se presenta como un gozoso recorrido por el testimonio cotidiano de un extremeño enamorado de su tierra, sabedor de que su tarea es dar cuenta de su realidad más cercana, y de un "curioso impertinente", un "observador imparcial" que revisa todo lo que a sus ojos se ofrece. Pérez Marqués, que en el tramo final de su trayectoria emprendió la tarea de reconstrucción histórica rigurosa de un espacio humano bien definido, constituye en sí mismo con su obra de articulista una historia particular y rica de la Extremadura de la segunda mitad de este siglo. No se podrá hacer una historia de las ideas de la Extremadura contemporánea, de los cambios sufridos, de las costumbres, de las tradiciones, de la literatura y de la crítica literaria, incluso del concepto de "lo extremeño" y de la "extremeñidad", sin detenerse en la obra de Pérez Marqués, amplia galería del acontecer cotidiano, como tampoco sin tener en cuenta la de otros compañeros de viaje que hicieron, a su manera, su lectura de la realidad.

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