A FERNANDO PÉREZ MARQUÉS

Carmen Araya 
(Carta)

Querido Fernando:

Hoy, por invitación expresa de tus hijos, me sumo a este tu homenaje llena de orgullo y a la vez de azoramiento por ser tan atrevida, pero ha primado más el cariño, el afecto y la devoción ante la figura del maestro.

En primer lugar te conocía como un maestro ejemplar del momento en que nuestras familias de Maestros Nacionales se enorgullecían de aquellos valores que vosotros solo conocíais y nos supisteis transmitir. Después era el padre de Isabelita y Fernando, y justo en 1985 pasaste a ser Fernando Pérez, compañero y modelo en esa nueva andadura que iba a ser la Revista de Estudios Extremeños, la Real Sociedad Económica de Amigos del País y tantos hechos que conocí junto a ti.

Elegante, reposado, amabilísimo como un pequeño lord inglés, con ese tono de voz suave iniciábamos las sesiones de trabajo del Consejo. Para mí eran muy serias, pero a la vez se convertían en un encuentro de amistad, sabiduría, mentalidades y de largas controversias, donde yo quería absorber cada una de las consideraciones sobre esa Extremadura que yo iba descubriendo con cada uno de vosotros. Al contemplar la foto del primer Consejo me suenan las voces de Juan Manuel Rozas, de Ángel Rodríguez, de Antonio de las Heras, Alfonso Limpo, José Luis Martín, Ricardo Senabre, Ricardo Sosa, Valentín Carrascosa, Gaspar García Moreno, Fernando Cortés, Gonzalo Barrientos, Manolo Ariza, Julio Fernández, José María Álvarez, Paco Muñoz, Bernardo Víctor Carande, Fernando Rubio y Manolo Pecellín. Algunos ya os fuisteis, pero siempre estaréis en mi recuerdo. Era un verdadero aprendizaje de igualdad, de libertades, de opinión, de crítica y de saber estar.

Comenzabas a leer el acta de la sesión, en tu papel de Secretario de la Revista, y más parecía una narración de lo acontecido que el frío y estático texto de rigor. Se hacía el silencio cuando cogías las gafas y de tu carpetita sacabas los folios primorosos, tanto en la letra como en el texto ibas detallando como solo sabe hacerlo el Maestro Nacional y el escritor que llevas dentro. Siempre ecuánime, siempre conciliador, en un tono muy bajo conseguías que el acto fuera solemne.

Terminabas con la satisfacción, como docente, de lo bien hecho. Luego venían las broncas, las bromas, pero tu sonrisa limaba las asperezas de algunos de nosotros. Impetuosos, noveles y, sobre todo, entusiastas de lo que eso representaba en nuestras vidas cada tres meses.

Extremadura era para ti el amor, la familia, Santa Marta, la escuela, el campo y la literatura. Todo esto lo transmitías en las recomendaciones ante un artículo, ante una crítica o polémica que pudiera surgir. Eras la experiencia pasada, vivida y curtida de esa otra Extremadura que querían venderos, pero que vosotros en silencio fuisteis reinventando para nosotros.

En cada uno de tus hijos fuiste sembrando un quehacer, con los que yo comparto algo más esta será nuestra herencia: la Extremadura de Fernando Pérez con la que siempre viajaremos y con la que nos sentimos en constante deuda.

Gracias Fernando.

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