TIERRA DE BARROS

TIERRA DE BARROS
Texto de la Conferencia pronunciada en el Pabellón Extremeñode la Exposición Universal de Sevilla en Octubre de 1992 por FERNANDO PÉREZ MARQUÉS

Nos parece cosa lógica y nada fuera de lugar, comenzar aquí y ahora, en este Pabellón Extremeño, siquiera con una breve alusión al acontecimiento histórico que ha dado oportunidad a este certamen de la Exposición Universal de Sevilla 92. Y ello porque Extremadura, de la que es corazón rojo y palpitante la 1ierra de Barros que hoy nos convoca, tuvo, como es sabido, una participación descollante.

Y no nos referimos especialmente a aquellos míticos paladines de la Conquista, ni a los innumerables capitanes anónimos y soldados rasos, sino a tantos y tantos antiguos pegujaleros, menestrales, bachilleres, criados e hidalgüelos que en pos de ellos fueron, y que con su esfuerzo diario hicieron posible la acción civilizadora, poblándose desde entonces las pampas y bohíos de cereales y balidos, de harina de flor, óleo, vino, leche y pan. Y es lógico pensar, que en medio de aquellas extensiones inmensas, rodeados de asechanzas y adversidades sin cuento, privados casi siempre de las humildes pero apacibles comodidades hogareñas, de las atenciones y mimos familiares, sintiesen a veces aquellos emigrantes una profunda nostalgia de la patria lejana, así como, por otra parte, que en los miembros de la familia que aquí quedaban, casi siempre los deudos más ancianos, se produjera una penosa, una lacerante desgarradura en sus almas.

Ya, ya sé. Tierra de Barros el tema, mi tema, y a ello vamos; pero es que en el oficio de las letras, hay que sacar de las piedras, pan, y estas palabras preambulares son un engarce para introducimos en el meollo del mismo, matando a la vez dos pájaros de un tiro, como ahora se verá.

En el Archivo de la Chancillería de Granada se conserva un documento fechado en Zafra el 22 de Octubre de 1534, acreditativo de cómo Bartolomé Suárez hizo repaso de veinte fanegas de tierra a Lorenzo Gil, poniendo el hecho en conocimiento y aprobación del conde de Feria, don Pedro de Córdoba Figueroa, que es todo un poema. Su texto dice así:                                         

"Ilustre Señor: Bartolomé Suárez, vecino de Feria, con el acatamiento  que debo, beso las manos de vuestra ilustre Señoría, en cuya merced me encomiendo, y hago saber que yo tengo un asiento de tierras de labor que abrí de monte, en los Barros, término de Villalba y este Agosto pasado fuéseme un hijo mío al Perú y yo soy viejo y determiné de no poder labrar todo   el dicho asiento y repasé hasta veinte fanegas dél a un Lorenzo Gil, vecino  de Santa Marta, vasallo de vuestra ilustre Señoría..." 

Pues bien ¿no se adivina ahí, en esas escuetas líneas procesales, la existencia de una honda tragedia  en el espíritu de un sencillo labriego extremeño, que ha visto ausentarse de su lado los brazos vigorosos  de un hijo, que ha sido atraído, como acontece con los dulces y engañosos cantos de sirena, por el deslumbrante señuelo de la aventura ultramarina? Y ¿no vemos asimismo aludida en época tan remota la naturaleza de un terreno con el nombre de Barros, expresión que es signo y cifra de toda una Comarca, de nuestra propia Comarca?

Los Barros. Los Barros de Villalba... Y ¿qué son los Barros? Amplios manchones rojizos de una suerte de suelo que para muchos científicos modernos es el resultado de la alteración "in situ", es decir, no procedentes de erosión, acarreo y sedimentación alguna de materiales en los que toman parte preponderante  los feldespatos calco-sódicos; tierras crasas, retentivas, de una ponderación de elementos que la hacen  especialmente aptas para el cereal, la vid y el olivo; anchurosos pagos de tierra fuerte, fecunda, "terra rossa mediterránea" formando llanadas de suaves ondulaciones, que ofrecen unas lontananzas de infinita idealidad.

Es, pues, la Tierra de Barros, una comarca natural, de límites a veces borrosos, titubeantes, pero cuyo núcleo principal indubitable está polarizado en tomo a una serie de poblaciones, la mayor parte de cuyo término municipal respectivo -Almendralejo, Villafranca, Solana, Aceuchal, Vlllalba, Santa Marta- pertenece a dicha formación, sin que ello quiera decir que en su área no aparezcan acá y allá terrenos de otras características  agrológicas, con un perfil algo más accidentado, con cerros y hondonadas en los que afloran canchos y pizarrales -las "jondas colás con sus regachos" del verso chamiciano-, con la idónea cobertura del pastizal, el monte bajo, el encinado y el alcornocal, aunque esto sólo sea mera presencia testimonial de otras épocas, salvo en los contrapuestos distritos de Nogales con las recias encinas del ingente Monsalud y en las quebradas de Homachos donde vegetan a sus anchas hermosos ejemplares de alcornoque, el noble y generoso "Quercus suber", oveja quieta de nuestro típico bosque.

Si bien, todo ello no impide que, con esa espontánea libertad que la Naturaleza presta a sus cosas, el sobrenombre de los Barros brinque a muchos kilómetros para calificar localidades situadas en posiciones tan dispares como Calzadilla y Salvatierra, esta última célebre por la plasticidad de su terruño en los típicos alfares sin que ninguna de las dos se considere integrante de la misma.

Pero el caso es que nuestra Comarca, corno tal, se halla vertebrada por las vías de penetración terrestre -carretera y ferrocarril- pautadas en términos generales por la antigua y célebre vía que desde la Bética dorada subía hasta los arcádicos valles de Asturias, aquella calzada romana que asenderearon los procónsules y los mercaderes de Roma, arrullados por el argentífero son del rico metal que la defmiera corno Ruta de la Plata.

Y ahí están, en ese eje central, Almendralejo y Villafranca como hitos señeros, y a su derecha, o si se quiere, al saliente de ellos, a la mano casi y en el borde mismo del bermejo solar, Ribera del Fresno, y más atrás y desplegados en línea, mínimos y austeros, Palomas, Puebla de la Reina, Puebla del Prior e Hinojosa del Valle, hasta alcanzar Hornachos, que se reclina al fondo en una eminencia al abrigo de Sierra Grande.

 ¿Hay en las crestas rocosas de este islote montañoso, en sus refugios y nidales, el ojo avizor de los búhos y las águilas, oteando el retozo de las bestezuelas que han de constituir su próxima pitanza?  Quizás exista todavía por aquí, en lo que fueran posesiones del conde de Campo Alange, el regusto literario de una célebre crónica de caza, escrita por Mariano José de Larra, donde con su  estilo de insuperable plasticidad describiera las manchas y las jaurías y el asombroso primor de la flora y de la fauna autóctonas, pudiéndose espigar en su texto un gentil elogio para los naranjales de Hornachos, que a juicio suyo "pueden realmente competir, si no en el número, en la calidad, con los mejores de Valencia, de Andalucía y de Portugal." ¡Ah! permítasenos aquí una licencia: sugerir que se estudie la posibilidad de reinstalar extensivamente tan deleitoso frutal en los huertos  fornancenses. Y proseguimos...

Al otro lado, a poniente, o sea a la izquierda, los ricos términos de Aceuchal, Villalba y Santa Marta, hasta alcanzar el confín de la Comarca en Nogales, retornando por los Entrines, Corte de Peleas y Solana de los Barros, para darse de manos con el término de Almendralejo, en una conjunción de pueblos eminentemente labriegos, de pueblos con notaciones comunes, cuyas raíces ancestrales, profundamente soterradas, quisiéramos auscultar mediante un breve pero inexcusable repaso histórico.

Dentro de las tinieblas que envuelven la memoria histórica de los pobladores primitivos de este territorio, corno de cualquiera otro, con el solo testimonio de su huella material, expresada en piedra, barro o metal, estas gentes que por acá se aposentaron, cronológicamente localizados al menos en la época del calcolítico, marcaron sus preferencias por el hábitatde las praderas bañadas  por los arroyos y riveras tributarias del Guadiana, como lo atestiguan los yacimientos arqueológicos de la Pijotilla - quizás un poco a trasmano para nosotros- o el del Arroyo del Cincho en Santa Marta. Es el alba de los saberes que van a prestar médula y sentido al hombre de hoy, "horno sapiens" desgranando su tiempo y despertando a las posibilidades que su innata inteligencia puede sacar a materiales como el hueso, el barro, el metal; a la bestezuela dócil que le facilitará en el redil carne, leche, lana, o el surco que multiplica el grano frumentario -trigo, cebada, centeno- para su aprovechamiento integral. En la marcha continua hacia el progreso, aquellos antecesores nuestros, que quizás pudiéramos denominar túrdulos o vetones ¡qué más da¡, recibirían seguramente la influencia tartessa, cuyo imperio, irradiando desde la desembocadura del Guadalquivir, llegó a sobrepasar los contrafuertes montañosos de Sierra Morena, para extender sus brazos hasta las vegas pastoreñas del Guadiana, codiciosa como estaba aquella genta de poseer los tesoros metálicos existentes en estas latitudes. A la localización en el término de Homachos de este tipo de explotaciones mineras deberá referirse el historiador de es villa, Sr. Muñoz de Rivera en su monografía local, cuando escribe que "los moros cultivaron los campos de este pueblo explotando también sus ricas minas, cuyas profundas galerías debieron ser conocidas y hasta practicadas por los cartagineses, ávidos de riquezas en los que tanto abundaba nuestro suelo".Suponer la introducción de nuevos elementos culturales por los tartesos es lógico, dada su cargade experiencias orientales, tan ricas en refinamientos, que encandilarían con su molicie a los celtíberos. En progresión creciente, la presencia comercial de fenicios y griegos y el aparato militar de cartagineses y romanos, abrieron las expectativas a unos pueblos recónditos, que los geógrafosy escritores viajeros grecolatinos describían como gentes de toscas costumbres, aguerridos y altivos. 

Pero es con motivo del pulso mantenido entre Cartago y Roma para alzarse con el poder en el Mediterráneo occidental, cuando las legiones romanas tuvieron ocasión de asenderear el territorio hispano, entonces un abigarrado mosaico de tribus belicosas y aisladas pero dueñas de apetecibles recursos naturales, que despertaron el deseo posesorio del Senado Romano con su ambiciosa idea de Imperio. El caso es que, por una serie de razones políticas, económicas y estratégicas, dentro del concepto "speculum populi romani", se funda a la vera del río Anas, Emérita Augusta, con todos los pronunciamientos favorables que el legado Publius Carisius traía para su erección. Y Mérida, asiento rural de combatientes veteranos, se tornaría en urbe, en ciudad; en ciudad ancha, populosa,cabeza descollante -capitalidad- del oeste peninsular, que se desmarca y nombra provincia de Lusitania,  "y aun capital efectiva de la Península al ser sede del vicarius hispaniorum". No extrañemos, pues, que Mérida irradiara su fascinación sobre muchas leguas a la redonda, y no digamos en el territorio que le era propiamente anejo, y que por el sur llegaba hasta el de Perceiana, es decir, la actual Villafranca. 

Consolidada la romanizaci6n y efectuado el asentamiento de colonos en estos campos eméritos, previamente centuriados, una población perfectamente identificada con las nuevas técnicas de explotación agraria, floreció en toda la Tierra de Barros, en donde se detectan multitud de villaes, esto es, villas, o mejor, villares, como los denominan los campesinos, dentro de las cuales suelen encontrarse claros detalles de pertenecer a mansiones en las que la amplitud de las piezas y los nobles materiales empleados -columnas y baldosas de mármol, pinturas y mosaicos primorosos, bajorrelieves y esculturas-, delatan la presencia de una élite social, acaso formada por opulentos patricios de la cercana urbe que por aquí tendrían posesiones rurales, impregnando el ambiente de un elevado tono. Y ahí están para demostrarlo, entre otros vestigios, los encontrados en Panes Perdidos, junto a Solana y la mansión descubierta en las proximidades deSanta Marta, en una de cuyas habitaciones se conservaba un hermosomosaico de vistosas teselas, representando a arreo tañendo la lira rodeado de animales, tema éste muy del gusto de la musivaria romana, por los bellos efectos con ella conseguidos, siendo este ejemplar inestimable legado de artistas cercanos a la época de Constantino. Pues ¿y qué diremos del disco de Teodosio - Teodosio el Grande, Imperator-, encontrado el 25 de Agosto de 1847 por un jornalero cuando se afanaba en limpiar de hierbas una tierra en las cercanías de Almendralejo? La curiosidad que le produjo un extraño sonido metálico, permitió descubrir una de las piezas más singulares en que la fastuosidad del arte bizantino se explaya en plata para representar tres augustos personajes, en el momento de su proclamación, disco -clípeo, diría un erudito- probablemente enviado al Vicarius hispaniarum, que en tal paraje o lugar próximo pudo tener residencia de descanso y placer. Igual que ocurre cuando doctos investigadores sitúan en Perceiana, esto es, Villafranca, la casa en que Liberio refugió a su hija Eulalia, temeroso ya de que la inmolaran con la palma del martirio. 

Toda una larga serie de testimonios epigráficos procedentes de esta zona se podrían aducir para demostrar la densidad de población que por aquí hubo en aquellos tiempos en que España fuera considerada "provincia de Roma", y es de suponer que un buen porcentaje de población hispanorromana habitaría por aquí a la llegada del pueblo visigodo, asimilando en últitna instancia el nuevo estado de cosas, tanto políticas como culturales. Si bien ese equilibrio racial, político y religioso logrado al cabo del tiempo, sería roto de nuevo con la invasión musulmana, que convulsionó otra vez el apacible vivir  de su gente, con esa arritmia que los avatares de la Historia depara a los pueblos en el decurso de los siglos.

Y si los romanos sobre todo, gustarol! de estos campos próvidos, de estos lugares apacibles, virgilianos, el pueblo árabe, ducho en el uso hortelano del agua disciplinada en acequias y azarbes, introdujeron entre otros bienes imágenes nuevas de árboles en el espejo líquido de las albercas -naranjos, granados, moreras-, dando sentido y dimensión al rnralismo de una gente que deja su impronta lingüística en parajes que de ellos viene llamarse Nora, o ríos que se nombran Guadajira o Altrín.

En esto llega, finalmente, la incorporación de estas villas y aldeas, de estas quiebras y llanuras, al orden cristiano de la Reconquista, tras del esfuerzo guerrero de Alfonso IX de León y de su hijo Fernando III el Santo, de los Caballeros de Santiago y de Alcántara, y la presencia de adalides y magnates de la Baja Edad Media, con sus prerrogativas  y ambiciones, creándose un mapa político "sui generis", que habría de pesar sobre ella como una losa durante un largo período de nuestra historia. Surgen, ciertamente, nuevas aldeas y pueblos, nuevos caminos y sendas, pero las cañadas, los cordeles y las veredas ganaderas, transitadas por las merinas trashumantes, por los rebaños prepotentes de la Mesta, cubren de polvo turbio, de polvo denso, de polvo atosigante, nuestro horizonte.

A despejar esa enrarecida atmósfera que impedía la libertad de movimiento para el laboreo extensivo de las tierras fértiles y el subsiguiente desarrollo de la región extremeña, lucharon (con poca fortuna, esa es la verdad) ilustres personalidades, como don Vicente faino y Hurtado, autor de un Informe o Memorial -Memorial Ajustado es su nombre- que, aparecido en 1784, puso el dedo en la llaga de la situación socio-económica de Extremadura, dentro de esa política de liberación en que se alinearon Floridablanca, Campomanes y Jovellanos, adscritos a las ideas de la Ilustración.

No obstante, si bien es cierto que el bienestar que dimana de las fuentes de producción, de los recursos propios que engendran riqueza -la agricultura, la ganadería, la extracción de minerales,  la industria, etc.- son sin duda factor esencial para la consecución de un alto nivel de vida, no es menos cierto que también existe otra línea de valores en las gentes de una comunidad, formando el substrato de los individuos, el alma de ese pueblo.

Tartesso, Roma, los Arabes, los resplandores del Renacimiento, la Ilustración ¡qué duda cabe!  también aquí contribuyeron a crear en el hombre solitario, en el hombre individual de cada momento, de cada época, una personalidad básica, y de la cual no puede ser despojada esa cadena perdurable de las generaciones. Así, pues, todos esos conceptos -Roma, la Edad Media, el Renacimiento- dichos en el más ecuménico sentido, dejaron su sedimento cultural en el alma mater de estos pueblos de Tierra de Barros.

Mas hay una serie de episodios, una serie de anécdotas, que mejor que las más elocuentes palabras, prueban ese clima de superación, ese anhelo de refmamiento que a lo largo de los siglos se ha ido creando en el ambiente, como los que a continuación referimos en vía de ejemplo: En 1774 el Mayor Ser Jin Witefor hace un viaje por España y Portugal y escribe sus impresiones,  que serán publicadas en forma de libro. El mismo se cura en salud del efecto que puedan causar  sus páginas: "Temo que mi relato parezca seco y árido, rudo y salvaje, yeso mismo hará ver cómo la nación española está atrasada del resto de Europa, para la comodidad y las facilidades de los viajes". Y, en efecto, cae en el mismo criterio tópico de tantos escritores viajeros que echan peste de los caminos y del alojamiento en ventas y posadas, que suelen encontrar incómodas, sucias y caras. Pero hete aquí que al llegar a Santa Marta de los Barros, se ve obligado a desarrugar el ceño: "Desde allá (desde Albuera) hemos ido a Santa Marta; el camino es bueno, pero el país está desierto y abandonado; son tres leguas, que hemos hecho en tres horas y media. Hemos hallado allí una posada bastante cómoda y el huésped más honrado encontrado desde Osuna. Nos han dado colchones muy buenos, y todo a un precio muy razonable. Satisfecho de su buen trato, he pagado algo más de lo que me pedía y he sido despedido con todas las bendiciones de la familia. ¿Quién no quisiera gozar de tal placer y tan barato?".

¿No dije? El hecho que nos permite deducir tales excelencias -como- didad, limpieza, honradez, corteses maneras en el trato- es superior a todo encarecimiento.

Gustaría referir también este otro hecho: En la cercana Villafranca llena sus largas horas de ocio, unos años después, un caballero que ostenta el cargo de Alcalde Mayor; se llama este caballero Francisco Luis Laporta, y gusta conversar de cosas de campo con los vecinos labradores y con los hortelanos; a veces se le ve pasear por los alrededores de la villa -perdonadme, ciudad, que os diga villa- para observar con suma atención las operaciones que se hacen en el secano, en los majuelos, en los olivares, y cómo se atrojan y ensilan los productos; otras veces se le ve inclinado sobre un blanco fajo de pliegos de papel en una ancha cámara de su alojamiento, en la que existe un armario con unas ringleras de libros, entre los que acaso destaca la obra titulada Los doce libros de Agricultura que escribió en latín Lucio Junio Moderato Columela, traducidos al castellano, en cuya lectura recibe el caballero sumo placer. Al cabo de algún tiempo -tal vez años- ha concluido él a su vez una obra, clásica en el género, titulada Historia de la Agricultura Española: su origen, progresos, estado actual y reglas para darla la mayor perfección posible. La publica -se lee en la portada- el Licenciado Don Francisco Luis Laporta, Abogado de los Reales Consejos, Alcalde Mayor por S. M. de la villa de Villafranca en la Extremadura Baxa. Madrid, Porcano. Año 1798.

¿No revela esa labor intelectual, esa ejecución literaria, un ambiente adecuado de reposo y estímulo, factores imprescindibles para tan concienzuda tarea científica?

La Tlierra de Barros ha centrado la atención de numerosos tratadistas del tema agrario de todos los  tiempos. Sin ir más lejos, el Semanario de Agricultura y Artes de 11 de Abril de 1805, publica un trabajo titulado "Carta de un extremeño, sobre el mejor aprovechamiento de algunos terrenos de aquella provincia", cuya autoría perece deberse a Francisco Javier Álvarez Guerra, tatarabuelo del poeta Antonio Machado, el eximio autor de Campos de Castilla, y en la que entre otras cosas dice: "Un habitador de la Extremadura baxa (esta familia estaba por entonces vinculada a Zafra), que admira la feracidad de su suelo, señaladamente en la fertilísima vega de Barros, se duele de que, pudiendo ser ésta un abundantísimo granero, no lo es por algunos obstáculos que se debieran superar", dice al comienzo, a su juicio es perjudicial el empleo de las mulas, abogando por el de los bueyes, así como el cultivo de la vid en las tierras buenas, por ser éstas muy senareras. Y es que, como lo prueba esta información, en rendimiento kilos/hectáreas, pocas zonas la igualan. Sí, pocas  la igualan ni en cantidad, ni en lozanía, ni en calidad. Pues no en vano uno de estos agricultores, concretamente Francisco Cansado y Rodríguez, fue premiado con medalla de plata en la Exposición Universal de París, celebrada en las postrimerías del siglo XIX, por una muestra de trigo fino de Santa Marta. 

¿Podemos, pues, extrañamos que escritores viajeros, como Luis Bello, uno de los más preclaros periodistas que ha tenido España, se admirase de la pletórica fecundidad de pueblos como Solana, Almendralejo, Villafranca? Antes había transitado, había gozado de los que él definiera como "Maravillos pueblos": Homachos, Ribera del Fresno... "¿Quién imagina que Ribera del Fresno es  un pueblo maravilloso? Nadie lo sabe -escribe Bello- porque cae muy a trasmano, y todo el ruido se lo llevan Almendralejo y Villafranca."

En Ribera del Fresno ha nacido un grande hombre: Francisco Meléndez Valdés. Meléndez Valdés  es quien inicia, en opinión de Azorín, " la transición -en España- entre el siglo XVIII y el XIX. De Meléndez Valdés procede toda la poesía moderna española". O si queréis, ved este otro juicio también azoriniano: "Todo el Romanticismo está iniciado, casi completo, en Meléndez Valdés"  ¡Caramba con el ribereño! Que por cierto, tiene a gala declarar en uno de sus versos: 

                                                                          Fueron mis padres, 

                                                                          mis mayores fueron 

                                                                          todos agricultores; 

                                                                          de mi vida ví 

                                                                          la aurora en los campos.

Pero yo os quería referir lo que pensó el periodista Luis Bello, al llegar a Villafranca: "No sé cómo sería la tierra de promisión para los israelitas. Suponiéndoles hombres prácticos, imaginoque irían buscando algo así como este campo de Villafranca, todo magro." ¿Qué más se puede decir? Pues sí, se puede decir la razón fundamental, potísima, de esta bucólica visión de Tierra de Barros. Pero hay que entender aquella contraposición que Eugenio d'Ors estableciera entre la significación y sentido de los términos "Rústico" y "Agricultor", pues" mientras el "rústico"  es siervo de la tierra, el "labrador" subraya sobre la misma su señorío. Hundido queda uno en la gleba; mientras que el otro, protagonista en la obra sustancial de la Agricultura, participa, por  ella, en la epopeya de la Cultura".

Y algo de esto querría decir en su disertación el ingeniero agrónomo don Justo López de la Fuente,  director de la revista Ara y Canta, precisamente aquí, en Sevilla,en el año 1929, dentro de los actos  que el Comité Provincial de Badajoz organizó durante la Semana Extremeña en la Exposición  Iberoamericana celebrada en esta ciudad en mencionado año: "Es la rica Tierra de Barros -dijo el  Sr. López de la Fuente-, donde están los secanos mejor llevados de España. Estas tierras, de origen mioceno, son, por lo general, arcillo calizas, con subsuelo calizo, cuya hidratación ha dado ese relieve  de suaves ondulaciones al paisaje. uerras ideales cuando caen en manos de labradores fuertes y laboriosos como los de Almendralejo, Villafranca, Santa Marta y tantos otros pueblos vecinos,  que saben domar y suavizar el natural rigor del terreno y tener constantemente a raya a la vegetación  superflua, base ambas cosas del cultivo racional en climas secos". y concluye: "Yo no puedo decir  que en la Tierra de Barros todo sea ya perfecto; pero sí me enorgullezco, como extremeño, de poder  presentar en el corazón de mi patria chica este armonioso conjunto de un suelo feraz, con una gente abnegada, curtida por el caldeo del sol ardiente y por el mimetismo del rojizo suelo..."

Pero menguados estaríamos, no obstante, si sólo éste fuera el aspecto que pudiéramos contemplar en el ámbito vital de esta Comarca que nos ocupa. Porque ciertamente, por esa misma dinámica de nobles anhelos que anima a su gente, corriendo tras del progreso que demandan los tiempos, se han venido dando en ella aquellas expresiones materiales y culturales que lo determinan. Queremos decir  que desde tiempo ha, apenas habrá muestra de adelanto científico e industrial, ocupación intelectual y artística en que sus hijos y habitadores no hayan ofrecido sazonados frutos.

Cuando desde Villafranca de los Barros, por ejemplo, se solicitó en 1805 establecer una Sociedad Económica de Amigos del País, es decir, una de aquellas célebres Sociedades de fomento cultural y económico quetanto contribuyeron al desarrollo de España, es porque el vecindario estaba en línea con el de las regiones más adelantadas de la nación, si bien la estolidez del Consejo de Castilla no la autorizase ¡mire usted qué demonio¡ por ser lugar pequeño. Y es que Villafranca, entre los títulos que adornan su testero monográfico -Tesorería extremeña, que alude a su riqueza natural; Pueblo musical referido a su afición al sublime arte-, luce con justo derecho el de Atenas de Extremadura.

En dicha localidad, un grupo de señores han mostrado desde antiguo sus inquietudes sociales y económicas, sus ideas científicas y literarias, a través de diversas instituciones, para dotarla de todo cuanto pudiera contribuir a su engrandecimiento. Desde aquella célebre Tertulia Literaria, inaugurada el 14 de Diciembre de 1890, y a la que se debió la formación de un Museo Arqueológico Municipal, la Cámara Oficial Agraria y el Campo de Experiencias y demostraciones Agrícolas, siguiendo con la creación de una Sociedad Filarmónica, hasta aquella notable serie de publicaciones periódicas, actividad que acaso constituyese uno de los índices más expresivos del movimiento  progresista que se observaba en el ambiente: El Eco de los Barros (1891), publicación quincenal,  que pasó a ser semanal, con el título de El Liberal Demócrata,' El Chiquitín Charlatán, La Opinión de Extremadura, El Heraldo y Patria Chica, órgano éste de la Unión Mercantil e Industrial, asociación que estaba dedicada a la defensa de aquellas actividades que habrían de complementar, transformados, los productos del trabajo campesino.

También en Almendralejo se produce un florecimiento de prensa local o comarcal; población adelantada en rica zona agrícola y relativa mente industrial, hubo en ella personas ilustradas a quienes la afición periodística les llevó a editar publicaciones, tales como la Revista de Almendralejo, La Verdad, El Centinela, El Monitor de Extremadura, que contó con la colaboración de Carolina Coronado, dando a la estampa en folletín su novela Harnina, si bien quedó ésta incompleta. Fue, como se sabe, la Coronado una delicada poetisa y dama de especial energía, que la llevó a defender los derechos de la mujer, mucho antes de que los postulados del Feminismo tomaran cuerpo reivindicativo; Carolina Coronado, a quien José de  Espronceda, otro nativo de Almendralejo y gran maestre del Romanticismo español, saludara alborozado, sabiéndola, por otra parte, paisana insigne: Cuando en el mismo valle hemos nacido, Niña gentil, para adoramos, dos. "Ilustración, trabajo, economía", es lema -magno lema, apostillaríamos nosotros- que, en recuadro, trae a la izquierda de la cabecera el periódico Heraldo de Extremadura, que se proclama independiente y de materia especial; el 12 de Octubre de 1930 ve la luz el primer número, con el énfasis y ardor juvenil de un grupo, cuyos miembros se declaran "Caballeros de un ideal noble"; las  fotografías de Carolina Coronado y Espronceda, dentro de artística orla, parecen marcar "su camino recto y hasta florido, por el cual guste el alma errar, soñadora y riente". Romanticismo es esta exaltación retórica y profundamente romántica la imagen que dan a su vez estos jóvenes. Pues ¿no se ha aplicado a Almendralejo el apelativo de Ciudad Romántica? .

Pero tenéos: otros periódicos -La Semana, La Voz de los Barros, Patria Chica, El Defensor de los  Barros-, se subtitulan sencillamente periódicos de intereses generales; El Defensor de los Barros del 15 de Septiembre de 1924, se lamenta de la ausencia en las tareas de redacción del amigo y compañero Alfonso Iglesias Infante, que pasa a trabajar en el campo de la industria, donde llegaría a ser firma señera, descollante... y he aquí la otra connotación que nosotros queríamos señalar en Almendralejo: su pragmatismo. El siglo XIX -ya que no podemos decir el XVIII- lo encontró dispuesto y en marcha, con ese espíritu que informó los ideales de la época, y puesto que aquel marco le era en cierto modo propicio, el apasionado fervor del movimiento romántico y aun del liberalismo político, estuvo muy entrañado en Almendralejo, pero por otra parte, en vista de esa dualidad de su carácter realista y soñador, pueden señalarse efectos prácticos en su haber, con solo dar un breve paseo por sus calles animadas, por sus anchas y trafagosas avenidas, por sus travesías, por sus plazoletas, por sus polígonos industriales, curioseando aquí, mirando allá, actividades y fomentos tan significativos como estos: molinos, bodegas, almazaras, mataderos, fábricas, obrajes, talleres, exposiciones, tiendas, almacenes, como resultado y fruto de unas manufacturas, de unos elaborados y trabajos locales, que responden a unas firmas comerciales, bajo cuyos epígrafes se pueden ir leyendo: "Comercial Olivarera", "Aceitunera Tierra de Barros", "Aderezo y envasado de aceitunas de mesa", "Aceitunas aliñadas", "Aceitunas manzanillas entamadas", "Aceitunas lisas y deshuesadas", "Industrias Vinícolas", "Vinos y Alcoholes", "Bodegas Extremeñas", "Anís Rosa de Extremadura", "Alcoholes", "Destilería", "Enológica Extremeña", "Fábrica de embutidos", "Secadero de jamones", "Fábrica de quesos", "Fábrica de caramelos", "Lampistería", "Taller mecánico y calderería", "Calderería en general", "Construcciones metálicas, "Depósitos y cisternas", "Proyectos industriales", "Manufacturas y decoración en vidrio", "Decoración de escayola", "Fachadas en cemento artístico y lineales", "Cubiertas y cerramientos", "Aislamientos térmicos y acústicos", "Emisora de Radio", "Imprentas", "Encofrados", "Mármoles", "Toldos", "Tapices", "Hierros"...

La puesta en marcha y el desarrollo y expansión de todo eso, ha ido engendrando a lo largo de los años una cierta mentalidad de empresa, un deseo de superación, unos proyectos de ensueño, y ha  abierto una serie de relaciones comerciales para los productos de nuestra tierra, ya con el valor añadido de su transformación industrial, en aquel punto y sazón que pueden consumirse en el mercado por las amas de casa de cualquier punto del mundo. Y esta realidad que se ve y se palpa  por doquier, ha sido un poco como la levadura que incita al crecimiento de la masa; otros pueblos  de la comarca, otros pueblos barreños, se han sentido émulos, comprendiendo que la industrialización es necesaria, imprescindible, para medrar en el mundo modemo. Por eso, por otra parte, al individualismo tradicional, a la tendencia a ser un franco tirador, que ha distinguido al extremeño, aquí, en Tierra  de Barros muy concretamente, le ha sucedido el deseo de unir esfuerzos a través del Cooperativismo, y raro será el pueblo que no cuente con una Sociedad Cooperativa, cuyas instalaciones colosales, modernas, asépticas, deslumbrantes, con gigantescas baterías de depósitos metálicos, proclaman la evidencia de que se está en una Nueva Era. Hoy varios de estos nuestros productos se le suben a las barbas a los más encopetados del género, porque es lo cierto que algunos de ellos, se han vendido a veces bajo el nombre de famosas marcas foráneas, con una simple manipulación o cambio  de etiqueta...

Pero yo os quería decir, finalmente, que en esos pueblos anchos, vastos, pulcramente blancos, en  esos pueblos señorones de la Tierra de Barros, lugar de encuentro de tantas etnias, de tantas culturas  y civilizaciones, late el alma de un linaje de gente especialmente preparada para enfrentarse con sabiduría y rigor, al reto que cada circunstancia histórica le depare.

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